viernes, 2 de julio de 2010

Tik tok y llegó la depresión post-erasmus

Hoy, sentada en el auditorio de un club deportivo de la ciudad de Guadalajara, viendo una desabrida coreografía de jazz con cuatro niñas, se me escapó una lagrimita. No por la pena que me daba la inexpresiva presentación de las criaturitas sino porque no podía sentirme en una circunstancia más diferente a la que había estado viviendo unas semanas atrás. Sufro, queridos lectores, de un síndrome clínicamente probado: la depresión post-erasmus.
Me advirtieron que regresar a casa iba a ser difícil. Para mí que ya he pasado por un regreso a casa no va ser, siempre pensé. Y no lo fue, por lo menos la primera semana llena de novedades y reencuentros, pero hoy sin decir agua va la nostalgia me invadió por unos minutos. Quién sabe a qué botón automático es capaz de llegar la música. Sólo escuchar los primeros segundos de Tik tok detonó una cadenita de recuerdos que me llevó de cantar en la sala de la casa con Karla y Tay a salir a los bares de la parte vieja y luego desayunar unos huevos revueltos (hechos por mí) con un café cargadito y luego tomar el sol en los jardines de Miramar y luego puras cosas bonitas que ya no puedo hacer.
Mi mamá me dijo que le gustaría leer un último post en el que cierre la crónica de las aventuras de la mexicana en España. Yo ya lo había pensado, y luego lo volví a pensar y ya no quise hacerlo. No sé si sea una especie de negación evitar ese cierre para agarrarme todavía del bordecito que me hace sentir que Donosti no está tan lejos. No sé si tenga que ver que voy a cumplir dos semanas en casa y todavía no deshago maletas.
No quiero escribir "Eso es todo amigos". Tampoco (al menos ahora) quiero abandonar el blog. Parte de la depresión post-erasmus (aunque en mi caso no me gustaría llarmarle depresión, sino síndrome de no ubicación) es que "los estudiantes tienden a reconsiderar su vida de siempre". Y tal vez un poco en esas ande, lo que significa que por acá Banana inicia otro gran paseo, aunque éste ya no de turista.