jueves, 25 de febrero de 2010

Banana estrena bidegorria (o El estrenón que di en el bidegorri)

Karla y yo hablamos muchas veces de cómo nos gustaría tener nuestra bicicleta en San Sebastián. Además de estacionamientos para bici en casi todos lados la ciudad tiene muy buenas y largas rutas de ciclovía, el camino rojo que en euskera se dice bidegorri. Es el medio perfecto para moverse, sólo nos faltaba conseguirnos una.

Ayer tuvimos oportunidad de pedalear por primera vez sobre ese camino rojo reservado sólo para los que se mueven en dos ruedas. Karol, nuestro amigo peruano, nos prestó una bici de carretera, linda pero con el ligero inconveniente de no tener frenos. Con las ganas que tenía de dar una buena pedaleada no pude negarme. Fue lindo el viento en la cara y las luces que pasaban rápido a mis lados, fueron cómodos y suaves los movimientos de mis brazos para dirigirla, pero una vez que tomé un poco de velocidad me arrepentí de haberme subido. No había notado que la calle por la que iba era una pequeña cuesta, muy ligera, pero lo suficiente para jalarme hacia delante cada vez con más fuerza. Por más que mi mente intentaba mantener la calma sólo gritaba con terror “¡Manten la calmaaa!”. Apanicada quise usar mi pie para pisar la llanta delantera y frenar un poco, pero tratándose de mí, una acción así de simple se convierte en hazaña. Pasó lo que tenía que pasarme, mi pie se enredó en los rayos de la llanta. El repentino freno además de machacar mi piecito me lanzó hacia delante con mi cara directo al pavimento. Después de cojear de regreso a la casa usé algo de hielo para aliviar el dolor y la inflamación, pero hoy en la mañana mi labio se veía como si acabara de salir de una sesión de botox, y mi pie derecho se parecía más al de un elefante que a su par izquierdo.

No estoy peleada con las bicicletas, es sólo la de Karol la que me cae mal, y como si hubiera sido en venganza le doblé con la caída una parte del manubrio. Suerte que Karol es paciente y además amable, ayer nos ofreció prestarnos su bici por algún tiempo. Si esa condenada quiere quedarse en la casa va a tener que ir con urgencia a reparación, porque algo aprendí, yo no me vuelvo a subir a una bici sin frenos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Bilbao


Qué bonito es pasearse por hermosos lugares bien acompañada. El sábado fuimos a Bilbao, sólo a una hora de nuestra Donosti.
Aunque empezáramos el día con algunos tropezones, que haya olvidado mi pasaporte, hayamos tenido que parar al chofer del bus para que nos dejara subir o que no encontráramos hospedaje en ningún lugar son menudencias que nunca afectaron nuestros ánimos (o bueno, tal vez la idea de pasar la noche sin una cama sí nos asustó un poco). Con los tenis bien puestos y listas para una larga caminata bajamos del autobús en la Termibús de Bilbao. Gracias a Tay que ya conocía la ciudad planeamos la ruta del día y nos dirigimos al parque Casilda Iturrizar con uno de los mejores climas que habíamos tenido en días.
Bilbao como San Sebastián deslumbra. Cualquier lugar a donde se dirija la mirada es digno de una postal, pero a diferencia de Donostia, Bilbao es una extraña mezcla de lo tradicional y lo moderno, como una nueva tendencia en moda que parece primero no combinar hasta que uno llega a acostumbrarse.
El pasado fin de semana miles de aficionados al basket se unieron al ajetreado movimiento citadino para ver las semifinales y finales de la Copa del Rey. No tuvimos inconveniente al estar rodeadas de bufandas de cuatro colores y gritos de hombres incapaces de contener su euforia, pero que hayan ocupado todas las pensiones, albergues y hoteles de la ciudad no nos puso nada felices.
Al mal tiempo buena cara. Después de reponernos con un café con leche decidimos seguir disfrutando el resto del día y por la noche ¿quién necesita una cama si la fiesta puede durar hasta la mañana siguiente? Caminamos junto al Río Nervión hasta el atardecer que se estaba luciendo para poder tomar unas bellas fotos del Guggenheim. Ahí no entramos, pero así dejamos garantía de regreso.
La cena más barata y rica de Europa se consigue fácil en el super. Un baguette, jamón, queso, vino y listo, no necesitamos nada más. Con pinta de homeless (aunque eso era exactamente lo que éramos) nos sentamos en una banca a degustar nuestro baguette mientras discutíamos si los montones de piedras frente a nosotras eran arte o no (y sorpresivamente, lo eran).
Regresamos a la estación de autobuses para dejar nuestras mochilas en el locker y apropiarnos del baño como vestidor y tocador. Bien guapas salimos a buscar la fiesta y como pueblerinas que nos hemos convertido nos dirigimos derechito al centro. Nada. Tras una buena vuelta por fin encontramos la zona de bares y sin protestar nuestros pies todavía aguantaron vara para bailar hasta las 7:00.
El viaje en tren de regreso lo pasamos en un sueño intermitente. El domingo y todavía hoy mis pies me reclaman los malos tratos, pero ya les daré su apapacho para que me acompañen al siguiente paseo. Éste apenas fue el primero.

viernes, 19 de febrero de 2010

Les digo que llevamos una vida europea


Ayer fue un día soleado en San Sebastián... por unas horas. Aprovechamos y como iguanas fuimos a recibir los valientes rayitos de sol que habían vencido a la masa de nubes.
Ayer fue un buen día: arena, olas, un poco de sol y música.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Vida europea

La verdad es que uno no sufre ajustándose a la vida europea. Fuera de extrañar el chile y la sazón de la comida mexicana de vez en cuando, la vida cotidiana por acá nos va llenando de lindos y agradables detalles.

Para movernos usamos los pies. Nada de coches, nada de buses. Cuando una ciudad está hecha para el peatón las calles se llenan de vida. Mientras camino voy conociendo y reconociendo lugares y gente: la panadería, la peluquería, la fuente, los chicos guapos, el viejito amable de las zanahorias, otra peluquería… He descubierto que caminar en esta ciudad puede ser una actividad relajante y energizante a la vez, intensa para vivir la ciudad y para rematar, buen ejercicio.

Mientras caminamos, Karla y yo hemos llegado a algunas conclusiones de mujeres.
Primera, que la gente aquí se viste más bonito. No me había puesto a pensar en ello pero hasta la ropa más barata tiene clase y estilo, bien sabido es que Europa es la meca de la moda.
Segunda, que San Sebastián es una ciudad elegante. No por sus edificios y parques y calles, ni por el buen vestir (aunque con todo esto ya llenamos la cuota para una ciudad señorial), San Sebastián demuestra su elegancia con los principitos que por todos lados se pasean en finas carriolas de diseñador. Nadie viste y peina tan bien a sus chamacos y nadie los sienta solemnemente en una primorosa carriola para el paseo dominical como aquí en San Sebastián.
Tercera, que nunca debemos generalizar. Hay donostiarras gilipollas y hay donostiarras majos, porque igual que un adolescente nos voltea la cara cuando le pedimos que nos saque una foto, un señor se detiene a preguntarnos por nuestra salud o cambia su rumbo sólo para señalarnos el camino correcto.
Ya llegaremos a la cuarta, que aquí analizamos cada cosa que da vuelta en la esquina.

En Europa se come bien, se estudia bien, se fiestea bien, se vive bien… pero ¿por qué carajos todo tiene que ser tan caro?

miércoles, 10 de febrero de 2010

Aunque el termómetro no lo diga, en San Sebastián hace calor

El primer sábado de febrero los donostiarras celebran el presagio del carnaval con la fiesta de los caldereros. Las comparsas formadas por niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres se visten como los gitanos húngaros que llegaban a esta ciudad y se pasean por las calles cantando las marchas tradicionales y golpeando sartenes con un martillo.
Nosotros no sabíamos nada de esto. Cuando vimos en la calle a unas niñas disfrazadas pensamos que se les estaba adelantando el carnaval, y cuando un nene nos miró serio desde su carriola nos imaginamos que su mamá le acababa de comprar un par de juguetitos muy monos. Tuvimos la suerte de cruzarnos con Santos, un empleado que supervisaría el tinglado puesto para el evento, y muy platicador nos soltó toda la sopa.
Llegamos a la Plaza de la Constitución en el centro de la parte vieja y guardamos nuestro lugar en primera fila mientras escuchábamos aquí y allá las bandas que rondaban por las calles. Se acercaron unas niñas a regalar dulces y pastas (aka galletitas) y entonces, tras prender la fogata llegó la comparsa. En sus carromatos decorados aparecieron las reinas de la noche: tres hombres vestidos como mujeres con arreglos florales de envidia cada uno y tras ellos, cantando y golpeando cazuelas llegaron las tribus de gitanos.
Toda la noche tuve la sensación de estar entre una gran familia. La entusiasta participación de tanta gente en el evento me recordó que ya no estaba en una gran metrópoli. Además, los vascos desbordan energía cuando de reafirmar sus tradiciones se trata. Con sonrisas por todos lados y música que provocaba mover el cuerpo y marcar el ritmo olvidé el frío. Junto con ellos aplaudimos (a falta de cazuelas y martillos) y cantamos, con absoluta convicción: Qué belleza, qué paisajes contemplamos todos por doquier! Al gran pueblo donostiarra saludamos llenos de placer!

miércoles, 3 de febrero de 2010

Donostia


Llegamos el domingo en la noche después de un largo recorrido con maletas. Tomar el metro en Madrid puede ser cosa fácil pero si cargas con dos maletas (no es típico de los mexicanos viajar ligero) la cosa se complica algo. El viaje en tren me cansó más que el trasatlántico, tal vez por el cansancio acumulado y la paciencia casi agotada.
Aunque fuera de noche, la primera vista que tuve de San Sebastián fue hermosa. Las calles a las orillas del río Urumea estaban elegantemente iluminadas y frente a nosotras el hermoso puente María Cristina, que de haberlo sabido cruzándolo y caminado sólo unas cuadras más llegábamos a nuestro edificio. El piso es perfecto: muy bien cuidado, una ubicación envidiable y al mejor precio que pudimos encontrar. Todos somos de Guadalajara: Tay, Karla, Benjamín, Chuy y yo.
La mañana siguiente salimos a Deusto. El campus no es ni la mitad de bonito que el ITESO pero Karla y yo creemos que su estilo y las clases sí se parecen mucho. Somos muchos extranjeros, un porcentaje grande de México y de México un porcentaje grande de Guadalajara, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo.
Me encanta la ciudad, su gente, sus parques, sus edificios... Aunque el clima a veces es molesto la paso mucho mejor que en Mián (lo siento Aranza pero es cierto), y con tanto que ver y hacer el frío rápido se olvida.
No puedo evitar de pronto pensar en casa. Ya los extraño! Pero no me queda más que seguir disfrutando. ¿Qué hice yo para merecer esto? La eterna pregunta que sigue de un eterno agradecimiento.