sábado, 9 de octubre de 2010

XVs



Mi mamá sugirió hoy escribir un blog sobre la odisea en la que nos metimos para preparar un evento, la tradicional fiesta para celebrar el cumpleaños de la niña que pasa a ser jovencita (entiéndase mi hermana). En lo que nos decidimos podemos ir haciendo el cáliz con este post.

Hace algunos meses María se decidió a romper con la apatía de sus hermanas mayores y ser la primera hija en celebrar, según marca la tradición mexicana, su cumpleaños número quince con un fiestón de los buenos.
El paso número uno era escoger el tema (porque obvio... las fiestas temáticas son lo de hoy...). Tooodos queríamos aportar nuestras ideas: la India! Egipto! carnavales! y luego empezábamos a desvariar: astronautas! Indiana Jones! Louis XIV! La misión era casi imposible, el tema tenía que ser al mismo tiempo chic, realizable y original (aunque ya nada puede ser original!). Después de consultas, votaciones y demás María se decidió al fin: Hawai.
Segundo paso, visitar venues. Con comitiva de asesoras María visitó algunos salones de fiesta. Las recomendaciones de los que ya no quedaban en la ciudad quedaron descartadas (porque la verdad “Km 999, Carretera a un pueblo que ya no es Guadalajara” no se ve chic en una invitación, digo yo). Todo se resumía al final a tres opciones viables, pero la del festejo ya había elegido su favorito. Con obsesivo afán de asegurar la mejor decisión, su hermana mayor sacó a relucir su ñoñez y con una tabla con la suma de servicios y presupuestos y un análisis comparativo de pros y contras concluyó que efectivamente… el lugar que había elegido la festejada era el mejor.
Para apartarlo había que decidir el día, y ni eso era fácil. Tenía que ser un viernes en el que los amigos de María estuvieran disponibles. El más cercano a su cumpleaños estarían de vacaciones, el que seguía en un encuentro deportivo. Entonces sería dos semanas después… aunque luego nos enteraríamos de la fecha del concierto de U2.
Tercer paso, platicar con la organizadora de eventos. La fresada esa de contratar a alguien para que organice la fiesta sí resultó ser la mejor opción. Hasta María se apantalló con la experiencia de la muchachita empresaria. Todo lo propuso: la decoración, la mejor opción de comida, la mejor opción para pista y música… hasta el tip más insignificante se sabía. Para la segunda reunión María se puso a nivel y con toda seguridad fue siguiendo una lista de asuntos: “¿la decoración de los puestos de comida no está ya contemplada en la decoración del lugar?”, “¿qué nos recomiendas para bajar el presupuesto?”. Con toda la suerte, aunque la chava tenía agendado ya todo el mes, el día que necesitaba María estaba disponible.
Ya con el acelere la hermana diseñadora empezó ese mismo día a sugerir opciones de invitación y en unos minutos logramos un diseño con todo y paleta de colores.
La fiesta es para la niña María, y por supuesto ella tendrá la última palabra (bueno, la penúltima antes que sus papás). La cosa es que todos estamos emocionados y queremos opinar y escoger y divertirnos organizando la fiesta que nunca tuvimos. María, por suerte, nos tiene paciencia… a ratos… porque aunque la desesperemos con ridículas ideas como que haga su entrada con traje de astronauta o baile con sus amigas Lady Gaga, el gran grupo de asesores sí le da de vez en cuando alguna buena sugerencia.
Ah, por cierto, ¿comenté que para la fiesta faltan todavía más de siete meses?