lunes, 20 de septiembre de 2010

Grande la abuelita

Uno podría pensar que desmerece cerca de alguien que ha llevado una vida notable y ejemplar. A mí, por el contrario, me hace sentir importante, honrada de cargar los genes de alguien a quien además de admirar quiero mucho.
Ayer celebramos los 80 de mi abuelita con un festejo que no era para menos. Una congregación medio bizarrona y heterogénea que tenía en común el cariño y reconocimiento por Abi (con otros nombres para otras personas). Acompañada por gente importante para ella en todas sus etapas y facetas se sintió contenta y agradecida, y eso por supuesto se contagió.
Abi es mi abuelita, y a través de la faceta con la que me tocó conocerla vislumbro unas veces con más claridad que otras sus otras facetas de mujer líder, participativa y comprometida. Abi nos mostró siempre su cariño con su enorme paciencia, su hospitalidad, sus detalles generosos, sus apapachos. Nos puso ejemplo con su gran inteligencia, fortaleza, perseverancia, constante lucha de superación y su labor incansable siempre por los demás.
No me queda duda que a las virtudes de jefa de familia se le suman a las de una mujer trabajadora y exitosa, constancia de más hubo ayer con el testimonio de tantos amigos. Después de varias entrevistas constaté que aunque me perdí 59 años de su vida las grandes cualidades que le conocí la han acompañado siempre en todo proyecto, por eso somos tantos los que la admiramos y respetamos. Y sí, Abi es grande.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Alas prestadas de la señorita pájaro

A mí eso de ser poeta no se me da. Olvidarme de metáforas trilladas, despegarme de convenciones, orquestar sutilmente un ritmo o mezclar talentosamente los ingredientes para dar a un texto un sabor refinado y único son cosas dificilísimas para mí. Será mi extraña obsesión por el orden y la claridad, junto con mi severo problema de tener palabras bailando distraídas en mi cabeza que al momento de la función olvidan salir.
La señorita pájaro, sin imaginarlo, me alivianó la noche de trabajo que me esperaba cuando publicó un link y compartió su cofre de tesoritos. Y yo leí y vi y me emocioné (cosa tan bella esa del placer estético), pero esta vez no se pareció ni tantito a leer un escritor consagrado o ver una serie premiada de fotografía. Gran abismo: la señorita pájaro está más cerca, es mi amiga y la quiero.
Así con un optimismo espontáneo me pongo a pensar en la suerte de conocer gente tan bonita y diferente a mí, que si no fuera por extraordinarias circunstancias de la vida nunca habría llegado a conocer. Me conmuevo al reconocer su talento y me contagio con sus ideas y su forma de ver la vida. Aunque yo no sea poeta tengo unas alas prestadas para volar.