viernes, 26 de marzo de 2010

Fin del invierno


Ya se empieza a notar la primavera en Donosti.
Aunque algunos arbolitos se veían muy monos floreados sólo de color rosa, el verde de las hojas se extrañaba en todos los árboles. Los adormilados troncos con patitas de araña hacia el cielo ya van despertando.
Qué gusto que el verde a vuelto, y más gusto el que tendremos en unas semanas al ver renovado el paisaje de Donosti.
Seguiremos sorprendiéndonos.

jueves, 25 de marzo de 2010

Las Fallas no fallan


Cuando uno escoge la fecha para pasearse por una ciudad normalmente escoge de dos: la fecha en la que hay menos gente para apreciar con intensidad la arquitectura, los parques y museos o la fecha en la que hay más gente para reventarse con el populacho en la fiesta tradicional. Nosotros esta vez escogimos la segunda.
Llegamos a Valencia la madrugada del jueves después de maldormir algunas horas en el autobús. Con ropa de verano aprendí a no confiar nunca más en las predicciones del clima porque cuando me prometieron sol y temperaturas mayores a los 20 grados me topé con vientos fríos y un cielo gris con llovizna. De camino al piso de Ivette, nuestra amable hospedadora, el movimiento de jóvenes a altas horas de la madrugada nos fue previniendo del ambiente fallero, de la fiesta que no acaba. Diría que qué tremenda casualidad, que qué pequeño es el mundo si no supiera que el extranjero en tierras desconocidas tiende a agruparse. Con conocidos que no sabía que estaban en Valencia y amigos de amigos formamos un buen grupo de mexicanos para disfrutar las Fallas.
El jueves en la tarde bajamos en la estación del metro para escuchar la mascletá, la primera demostración de la cantidad de pólvora que oiríamos estallar hasta el día siguiente. La multitud que ocupaba en todas las calles aledañas hasta el más pequeño espacio nos impidió acercarnos hasta la Plaza del Ayuntamiento. No me importó mucho, al fin y al cabo el espectáculo de la mascletá era el ruido, un ruido impresionante in crescendo, de explosiones que como tambores llevaban un ritmo de asombrosa precisión. Explosiones, gritos, humo y olor a pólvora, mucha pólvora.
Al terminar empezó nuestro recorrido por las fallas, grandes y pequeñas esculturas de madera, cartón y unicel. Caminar por el museo de las calles valencianas fue recorrer a pie la ciudad entera. Encontramos de todo, unas muy hermosas, otras grotescas, unas con una clara crítica social y otras algo bobas. Nos cruzamos de pronto con miles de falleros que desfilaban para ofrecer a la Virgen ramos de flores con las que adornarían su manto de más de diez metros de altura.
Para entonces ya estábamos cansadas y además muy hambrientas. Necesitábamos una pit stop si todavía queríamos sobrevivir hasta la noche. Bien comidas y descansadas salimos del depa después de las 11pm a la Alameda para ver el castillo de fuegos artificiales. Algo de verdad indescriptible. Los veinte minutos que sin parar se lanzaron fuegos artificiales estuvimos absortas, impresionadas por la belleza, cantidad y variedad de fuegos que nunca antes habíamos visto. Luego le siguió la fiesta, como las noches siguientes, una fiesta larga que no terminó hasta el amanecer.
El viernes pensábamos que ya habíamos visto demasiadas fallas… o que estábamos demasiado desveladas para salir a disfrutarlas. En la noche salimos a ocupar nuestro lugar para ver la cremà de la falla del Ayuntamiento, la quema. Les dejo abierta nuestra discusión. ¿Se vale quemar miles de horas de trabajo, pero principalmente millones de euros (en una tradición que inició con la quema de basura, por cierto) en vez de aprovechar el dinero en fines humanitarios? ¿Se vale que el primer mundo desperdicie lo que tanta falta hace en el tercer mundo?
El sábado y domingo turisteamos. Con menos basura en las calles pero principalmente con menos muchachada adicta a la pólvora que hacía estallar petardos entre la gente. Conocimos Valencia, Calatrava, los buñuelos de calabaza, la paella y la horchata (el agua que no es de arroz sino de un tubérculo que se llama chufa). Y sí, Valencia es linda, pero la verdad es que nos gusta más vivir en Donosti. Regresamos molidas, cansadas hasta para mover un dedo. Cómo no, si Fallas son días de excesos. Mucha gente, muchos petardos, muchas luces, mucha fiesta y mucha, mucha caminata.

domingo, 14 de marzo de 2010

No nos dejan tarea en la escuela, nosotras solitas nos la ponemos.



Un día Karla me preguntó si sabía qué significaban los carteles de "¿Dónde está Jon?” puestos en varias ciudades vascas. Otro día vimos en el noticiero que ya habían encontrado a Jon… en una morgue en Francia. Hoy escuché por la ventana una manifestación de cientos, tal vez miles de donostiarras gritando “¡Policía asesina!” y “¡Rubalcaba asesino!”.

Punto y aparte.

Ayer paseamos en Pamplona y nos encontramos con señales y nombres en euskera, que el deporte tradicional es la pelota vasca y que en las tienditas de souvenirs venden artículos con la bandera de Euskadi.

Punto y aparte.

No saber algunas cosas no nos deja tranquilas, somos curiosas. Llevamos un buen rato leyendo, dando clicks, contándonos nuestros descubrimientos y comentando al respecto.

Nos hemos enterado de que Jon Anza era un etarra que desapareció en abril de 2009 cuando llevaba una gran cantidad de dinero a Toulouse. Desde entonces la ETA culpó a la policía española por su desaparición y denunció los hechos haciendo público su nombre y sus cargos. Se responsabilizaba al ministro de interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, mientras éste insinuaba que Anza había huido con el dinero. No se supo el paradero de Jon hasta hace tres días, diez meses después de su desaparición. Resultó que el cuerpo de Jon había permanecido en una morgue en Francia y que aparentemente la causa de su muerte había sido un infarto. Los etarras no se creen la versión oficial y junto con los partidarios de la izquierda abertzale denuncian una nueva guerra sucia. Hoy protestaron en las calles de Donosti.

Del caso de Jon en artículos de periódicos pasamos sin darnos cuenta a puros rollos de la cultura vasca. De la izquierda abertzale a la Ikurriña y de ahí a Sabino Arana. Luego el lema “Jaungoikoa Eta Lagizarrak”, los estatutos Euskeldun Batzokiya, el árbol de Guernica, el Euskal Herria… Todo nos ayudó a esclarecer el asunto de los vascos en Pamplona.

Nos enteramos de que Euskal Herria (o Vasconia) además de las tres provincias del País Vasco que ya conocíamos: Álaba, Guipúzcoa y Vizcaya, comprende otras que comparten la misma cultura: Navarra en España y Baja Navarra, Labort y Sola en Francia. La mayor parte de los nacionalistas están en el País Vasco pero también en Navarra una tercera parte de la población se considera vasca y considera al País Vasco una nación.

Yo digo que eso sí es inmersión cultural y no otra cosa. Yo digo que la curiosidad no mata al gato, sólo lo ayuda a estar más informado.

(Y no papá, no por esto soy pro etarra.)

jueves, 11 de marzo de 2010

Bella y real

Por no escribir podría poner de excusa las dos semanas que fueron necesarias para la recuperación de mi pie, o podría echarle la culpa a Arturo, nuestro amigo francés que hace una semana llegó a la casa para prepararnos una cena justo cuando estaba dispuesta e inspirada frente a la pantalla. No puedo, la verdad es que con descaro y desgano abandoné el blog dos semanas. Pido disculpas.


Cuando llegamos, San Sebastián nos deslumbró a todos. Nos deslumbró tanto que dañó algo nuestra vista. Creímos vivir en una burbujita cuasiperfecta, un imposible paraíso nada más que hermoso. Necesitamos un mes para que el flashazo que alteraba nuestra visión nos devolviera claridad, para despertar del embeleso y darnos cuenta de que habíamos llegado a algunas conclusiones estúpidas. En San Sebastián también hay basura en los parques, los perros ladran y mean en las calles, los niños lloran, los insectos molestan, los desempleados piden limosna, los automovilistas hacen sonar el claxon, se suben a las banquetas y se estacionan en doble fila.

No puedo decir que lo vemos todo, pero ahora vemos más. Con objetividad me gustaría volver a dar mi veredicto: Donostia es bella. Es bella porque tiene una playa larga y ancha llena de una arena suavecita para sentarse a escuchar las olas. Es bella porque sus edificios uniformados color marrón se alinean frente a anchas calles para presumir cada uno sus balcones. Es bella porque en las banquetas uno puede caminar tranquilo mirando al frente o adentrarse en sus pensamientos siguiendo con la vista el adoquinado. Es bella porque los parques están llenos de bancas que invitan a sentarse a platicar o ver la gente pasar. Es bella porque el río Urumea refleja los árboles y las luces amarillas que vuelven las noches románticas. Es bella porque los días grises de invierno se alegran con detalles rosas cuando empiezan a florecer las magnolias.

La belleza de Donosti es real porque no es perfecta. A veces me parece que los donostiarras no se dan cuenta de lo afortunados que son. Cuando vemos a los niños sonreír y jugar en los parques podemos ver lo felices que son en una ciudad que tanto les ofrece y tanto los aleja de muchas problemáticas propias sólo de grandes ciudades o de países pobres. Nosotras tenemos la ventaja de ser las viajeras, las paseantes que ven y comparan y admiran y se asombran. Espero no dejar de escribir porque me he dejado de sorprender.