viernes, 15 de julio de 2011

Danza al ritmo del danzón

De cuando quería ser periodista cultural.


El danzón nació en Cuba pero se baila en México. Cuando los extrovertidos cubanos no soportaron que se les condicionara su baile a reglas, los mexicanos adoptaron este baile popular y se encargaron de mantenerlo con vida.
Primero en Yucatán, después en Veracruz y más tarde en el Distrito Federal, parejas danzoneras comenzaron a ocupar las plazas públicas y salones de baile mexicanos a partir de 1920.
“En todo México el danzón fue muy popular porque el cine nacional lo tomó como música de fondo. Todas las películas de la época del Cine de Oro en México están de alguna manera amenizadas por orquestas danzoneras”, cuenta desde el salón de baile de su propiedad José Leopoldo Rodríguez Ávalos, profesor de danza y promotor del danzón.
Polo, llamado por sus conocidos, tenía 19 años cuando vio por casualidad una presentación de danzón en el Casino Agua Azul. A Polo le pareció un baile de mucha sensibilidad, capaz de crear un triángulo emocional entre los bailarines, los espectadores y la orquesta.
“Hay un momento en que la orquesta, con los bailadores y los espectadores está de pie, entonces es de dar risa, es de locos todo aquello, y es porque el danzón tiene esa cualidad de crear una atmósfera in crecendo siempre”, dice emocionado.
Polo recuerda que Yolanda Zamora, una periodista cultural, comparó el baile del danzón con el juego de la soga, pues los que se meten a jugar tienen que medir el ritmo y entrar con mucha precisión.
“Cuando estás en la pista es un reto. El danzón más que un baile es un juego, y el juego se trata de ser exacto en sus entradas y en sus salidas.”
El danzonero conoce el ritual de la vestimenta y las reglas del baile, es decir, cuándo moverse y cuándo parar.
“El danzón es un baile ceremonial. La ceremonia para ir a la plaza pública es que la gente vaya con frescura. Las mujeres con sus vestidos típicos, generalmente en el sureste del país sus vestidos de manta; los señores su guayabera, su calzado perfectamente limpio.
“Como el danzón es el rey de los bailes de salón, hay que hacerle el honor y hay que ir al salón de baile vestidos de etiqueta. Si los hombres pueden vestirse de smoking mejor."
Las mujeres utilizan un abanico para refrescarse aprovechando los momentos en que no se baila. A la primera y a la segunda melodía, y al montuno (la parte final del danzón) les precede una introducción de 16 compases, de los cuales sólo los últimos ocho se bailan.
“El danzón de algún modo es un baile que tiene una cadencia que son los señores mayores, la gente mayor, a la que le va; sin embargo la gente joven lo hace espléndidamente, al grado de que cuando se trata de eventos, de campeonatos, no tienen oportunidad los adultos de ganarle a los jóvenes.”
Precisamente a eso se dedica Polo, a promover un estilo lleno de tradición en las nuevas generaciones de bailarines. Al lado de sus hijos, ha creado el Centro Cultural Timbalayé, un espacio donde los vivarchos movimientos de la salsa tienen su descanso en la cadencia y el sentimiento de un baile que no añeja.

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