jueves, 11 de marzo de 2010

Bella y real

Por no escribir podría poner de excusa las dos semanas que fueron necesarias para la recuperación de mi pie, o podría echarle la culpa a Arturo, nuestro amigo francés que hace una semana llegó a la casa para prepararnos una cena justo cuando estaba dispuesta e inspirada frente a la pantalla. No puedo, la verdad es que con descaro y desgano abandoné el blog dos semanas. Pido disculpas.


Cuando llegamos, San Sebastián nos deslumbró a todos. Nos deslumbró tanto que dañó algo nuestra vista. Creímos vivir en una burbujita cuasiperfecta, un imposible paraíso nada más que hermoso. Necesitamos un mes para que el flashazo que alteraba nuestra visión nos devolviera claridad, para despertar del embeleso y darnos cuenta de que habíamos llegado a algunas conclusiones estúpidas. En San Sebastián también hay basura en los parques, los perros ladran y mean en las calles, los niños lloran, los insectos molestan, los desempleados piden limosna, los automovilistas hacen sonar el claxon, se suben a las banquetas y se estacionan en doble fila.

No puedo decir que lo vemos todo, pero ahora vemos más. Con objetividad me gustaría volver a dar mi veredicto: Donostia es bella. Es bella porque tiene una playa larga y ancha llena de una arena suavecita para sentarse a escuchar las olas. Es bella porque sus edificios uniformados color marrón se alinean frente a anchas calles para presumir cada uno sus balcones. Es bella porque en las banquetas uno puede caminar tranquilo mirando al frente o adentrarse en sus pensamientos siguiendo con la vista el adoquinado. Es bella porque los parques están llenos de bancas que invitan a sentarse a platicar o ver la gente pasar. Es bella porque el río Urumea refleja los árboles y las luces amarillas que vuelven las noches románticas. Es bella porque los días grises de invierno se alegran con detalles rosas cuando empiezan a florecer las magnolias.

La belleza de Donosti es real porque no es perfecta. A veces me parece que los donostiarras no se dan cuenta de lo afortunados que son. Cuando vemos a los niños sonreír y jugar en los parques podemos ver lo felices que son en una ciudad que tanto les ofrece y tanto los aleja de muchas problemáticas propias sólo de grandes ciudades o de países pobres. Nosotras tenemos la ventaja de ser las viajeras, las paseantes que ven y comparan y admiran y se asombran. Espero no dejar de escribir porque me he dejado de sorprender.

2 comentarios: