lunes, 22 de febrero de 2010

Bilbao


Qué bonito es pasearse por hermosos lugares bien acompañada. El sábado fuimos a Bilbao, sólo a una hora de nuestra Donosti.
Aunque empezáramos el día con algunos tropezones, que haya olvidado mi pasaporte, hayamos tenido que parar al chofer del bus para que nos dejara subir o que no encontráramos hospedaje en ningún lugar son menudencias que nunca afectaron nuestros ánimos (o bueno, tal vez la idea de pasar la noche sin una cama sí nos asustó un poco). Con los tenis bien puestos y listas para una larga caminata bajamos del autobús en la Termibús de Bilbao. Gracias a Tay que ya conocía la ciudad planeamos la ruta del día y nos dirigimos al parque Casilda Iturrizar con uno de los mejores climas que habíamos tenido en días.
Bilbao como San Sebastián deslumbra. Cualquier lugar a donde se dirija la mirada es digno de una postal, pero a diferencia de Donostia, Bilbao es una extraña mezcla de lo tradicional y lo moderno, como una nueva tendencia en moda que parece primero no combinar hasta que uno llega a acostumbrarse.
El pasado fin de semana miles de aficionados al basket se unieron al ajetreado movimiento citadino para ver las semifinales y finales de la Copa del Rey. No tuvimos inconveniente al estar rodeadas de bufandas de cuatro colores y gritos de hombres incapaces de contener su euforia, pero que hayan ocupado todas las pensiones, albergues y hoteles de la ciudad no nos puso nada felices.
Al mal tiempo buena cara. Después de reponernos con un café con leche decidimos seguir disfrutando el resto del día y por la noche ¿quién necesita una cama si la fiesta puede durar hasta la mañana siguiente? Caminamos junto al Río Nervión hasta el atardecer que se estaba luciendo para poder tomar unas bellas fotos del Guggenheim. Ahí no entramos, pero así dejamos garantía de regreso.
La cena más barata y rica de Europa se consigue fácil en el super. Un baguette, jamón, queso, vino y listo, no necesitamos nada más. Con pinta de homeless (aunque eso era exactamente lo que éramos) nos sentamos en una banca a degustar nuestro baguette mientras discutíamos si los montones de piedras frente a nosotras eran arte o no (y sorpresivamente, lo eran).
Regresamos a la estación de autobuses para dejar nuestras mochilas en el locker y apropiarnos del baño como vestidor y tocador. Bien guapas salimos a buscar la fiesta y como pueblerinas que nos hemos convertido nos dirigimos derechito al centro. Nada. Tras una buena vuelta por fin encontramos la zona de bares y sin protestar nuestros pies todavía aguantaron vara para bailar hasta las 7:00.
El viaje en tren de regreso lo pasamos en un sueño intermitente. El domingo y todavía hoy mis pies me reclaman los malos tratos, pero ya les daré su apapacho para que me acompañen al siguiente paseo. Éste apenas fue el primero.

3 comentarios:

  1. como siempre, un placer leer las peripecias de las tres mosqueteras en Europa. lindamente contado tal y como pasó :) ánimo roomie bloguera!

    ResponderEliminar
  2. Ayyyyy no manches, no sabes que emcioonnn me da leer cada unoo de tus posts, que gusto me da, leer que estees disfrutandoo tanto hermosa!, y que envidia, pero de la buena, aprovecha mucho cada momento!, por aca te seguimos extrañando, te quiero!

    ResponderEliminar
  3. :) gracias linda! desde aquí las extraño también! aunque de vez en cuando me distraigo con otras cosas... jaja
    también te quiero! un gran abrazo!

    ResponderEliminar